Cuando
era estudiante de arquitectura, uno de los eventos que más me llamaban la
atención en materia académica era la bienal de arquitectura de quito, y es que
me resultaba una refrescante semana en oposición a la monótona y hermética vida
universitaria. En la bienal con un poco de interés siempre se podía escuchar algo que te dejaba
pensando y cuestionándote: Recuerdo que un arquitecto italiano asistía o mejor
dicho, perseguía a Mario Bota en todas sus conferencias a nivel mundial, para
desde el público cuestionar la intensión –según él – de querer, por parte del
famoso arquitecto imponer un estilo personal sin pensar en el contexto que se
implantará su obra. Pero lo que en éste momento se me viene a la memoria es
cuando en una bienal de no sé qué año, Miguel Ángel Roca elogiaba con vigoroso
entusiasmo la imagen de un Buenos Aires caótico, con multitudes y tráfico
angustioso, en el que la morfología de la ciudad parecía responder más al
caprichoso azar que al meditado y cartesiano proyectar de un urbanista. Él consideraba
que esa Buenos Aires es bella. Así se rompía de una vez por todas, la frágil idea
de belleza bucólica que con paciencia y entrega la universidad me había inculcado.
Ahora
se viene otra bienal, pero ahora se supone soy arquitecto, por tanto algo más
desencantado…Tal vez asista a un par de conferencias, pero lo seguro es que no
asistiré con el candor y entusiasmo de un estudiante, sino más bien, con la
incredulidad de alguien que escuchó, o le contaron que toda buena intensión en
nombre de la arquitectura en ésta ciudad se sostiene en un basamento de
envidias, egos y pequeñas ambiciones burocráticas. Las instituciones que
intervienen en el evento (municipio y colegio de arquitectos) con su maquinaria
de colegas obedientes también quieren su medalla de oro, seguro se disfrazarán
de arquitecto autónomo y la ganarán. Es por todos sabido que éstas
instituciones siempre tienen las de ganar por sobre consultores o profesionales
independientes, quienes, muchos de ellos (yo conozco algunos) a manera de
caballeros andantes trabajan por amor a la profesión antes que únicamente
estabilidad económica.
Lamentablemente
sé que estos arquitectos, estos buenos arquitectos, quienes aman su trabajo
jamás se unirán para combatir a las gigantes máquinas burocráticas y siempre
serán pequeños quijotes contra molinos institucionales. Y es que como buenos quijotes
ecuatorianos jamás harán concesiones con nadie y menos con otro colega, quien
por el sólo hecho de ser colega será considerado rival. Estos buenos
arquitectos ecuatorianos siempre tienen la razón y criticarán hasta la
desaprobación a cualquiera que piense diferente sin intentar siquiera por un
momento ponerse en sus zapatos. Estos buenos arquitectos ecuatorianos llevan
consigo la armadura y emblema de la moral y ética profesional, y pelearán en
nombre de la verdad (de su verdad) como caballeros medievales en nombre de la
iglesia. Es por eso que nunca se unirán.
Yo
también soy otro arquitecto ecuatoriano, y por eso me quejo del municipio, del
colegio de arquitectos y del colega rival sin ponerme en sus sacrificados
zapatos, o sin entender la noble ambición de un burócrata con necesidades
intangibles. Y me quejo porque me contaron que se viene la bienal y me
encontraré con otros colegas para intercambiar a capa y espada inútiles
verdades como buenos quijotes que somos, mientras soñamos con un mundo justo y
verdadero en el que la profesión vuelva a tener su noble posición social y todo
caballero andante se encuentre con su Dulcinea.
No eres el único .....Excelente Klever !!
ResponderEliminarCuan Sancho...siendo de todo...en ética profesional.
ResponderEliminarMe gusta todavia la idea de escuchar cosas que te dejen pensando y cuestionándote. Todos los dias hay chance. Todavia creo en Papa Noel, aunque tambien ya aprendi que los concursos son amarrados, que es inutil inducir tus ideas a la gente y mas todavia intentar ponerse de acuerdo.
ResponderEliminarNo obstante, ahi nos vemos en las gradas del Rumiñahui profeshor.